Sábado 26
Salchichas con
ensalada de tomate/Torta de manzana
Hígado a la
veneciana/Flan
Paula,
desestimando el feriado, se despertó a las 7.15. Cinco minutos de idílicos
besos y abrazos y después se dedicó a jorobar. Agarró los hilos y las agujas de
mi mesa de luz. Subió y bajó de la cama como ochenta veces. Ante de empezar a
enojarnos decidimos desayunar, previo cambio de pañales. Paula de parabienes en
su condición de hija única.
A
las nueve tenía reunión de cooperadora y escasísimas ganas de ir. Supongo que tantas
como Luis de quedarse solo con los chicos. En el momento de salir no encontré
el presupuesto conseguido por Luis para el arreglo de las estufas. Búsqueda
encarnizada por toda la casa, a consecuencia de la cual se despertaron los
otros dos durmientes para aumentar la alegría de Luis.
Volví
cerca de las doce. Los chicos seguían en piyama, contentísimos porque el padre
les había preparado un desayuno americano
que recién terminaban. Los restos de la orgía en la pileta, las camas sin
hacer, los horarios de la comida ya definitivamente despelotados, cosa que me pone
nerviosísima. No me permití quejarme porque reconocí que Luis lo había hecho
con la mejor intención aunque con su inexistente sentido práctico. Cuando
me ausento se dedica a hacer comidas tan sencillas como empanadas, tortillas,
milanesas, puchero. Que suelo tener que concluir a mi llegada. Forma parte del
folclore familiar. Para compensar, dado que Paula ya está bien, almorzamos
simplísimas salchichas con tomate.
A
los postres festejamos el cumple de Snoopy, a quien le compré, al lado del colegio,
un babero con el que el homenajeado comió
su torta. María chocha. Cuando estábamos terminando la llamó una amiguita para
invitarla al teatro. Violando las reglas de pasar todos juntos los fines de
semana, la dejé partir.
Inexplicablemente
(¿extrañaría a la hermana?) Federico
durmió la siesta; Paula, como de costumbre. Nos encontramos a las cuatro de la
tarde solos y tranquilos, situación poco frecuente en nuestros seis años de
padres. Luis aprovechó para arreglar la plancha y yo para coser atrasados botones.
Juntos. Increíble tanta paz.
Cerca
de las siete merendamos con buen clima. María llegó a las nueve, cansada y de
mal humor. Se quedó dormida sin cenar.
Bañamos
a los dos menores, comimos, nos acostamos más tarde aún y ahora escribo en la
cama.
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