-Quería avisarle que la semana que viene me voy a México por un mes; confirmaron mi participación en el Congreso.
-Esta sí que no me la esperaba; evidentemente estoy predestinada a los abandonos.
-No es un abandono, Laura, no se equivoque; es una pausa; creo que hasta le vendrá bien.
-Me recuerda a cuando mi primera analista se fue, poco antes de que naciera María: Tal vez sea una buena manera de que pueda revivir la ida de su padre, de que pueda elaborar la separación y en consecuencia…. Por favor, no estoy para escuchar tonterías; le digo a usted lo mismo que le dije a ella: si se tiene que ir, váyase, pero no intente convencerme de que eso es bueno para mí.
-Es solo un mes.
-Es todo un mes; treinta días y treinta noches, vaya a saber con cuántas rabietas, con cuántas toses; creo que venir a charlar aquí es lo único que me ayuda a contener mis ganas de asesinarlos; usted será la responsable si se produce alguna desgracia durante su ausencia.
-Se me ocurre otra estrategia para evitar el derramamiento de sangre inocente: ¿qué le parece si día a día escribe todo lo que le pase con los chicos?; contabilice cuántas veces por semana la arremeten impulsos filicidas…
-Como si tuviera tiempo para dedicarme a la reflexión.
-Va a tener que generárselo y eso solo ya le servirá; escriba todo lo que le suceda con ellos, todo lo que se le ocurra, todo lo que recuerde mientras lo esté haciendo.
-Sesiones por correspondencia, ¿también tendré que pagarlas?, ¿o ahora va a querer convencerme de que si no incluye un compromiso económico el trabajo no me servirá?
-Me alegra que siga conservando el sentido del humor, desde ese punto de vista debiera ponerse contenta del ahorro obligado; además, muchas veces me comentó que le gustaba escribir, que extrañaba escribir, hasta puede servirle como ejercicio literario.
-Vuelvo a repetirle, mi bien ponderada Ana María, que no trate de justificar este vil abandono, lo único que logra es incrementar mi fastidio.
-Mejor lo dejamos aquí; la espero el martes 29 con treinta hojas.
-Es la primera vez que una analista me da deberes para las vacaciones.
-Espero que le resulte útil la tarea.
-Lo dudo, pero le prometo que voy a intentarlo; además. ¿qué otra posibilidad me queda?
-Nunca diría que usted es una mujer sin posibilidades…
-Tiene razón, mejor lo dejamos aquí, porque no estoy para soportar que ahora intente sobornarme con cumplidos; ¿a qué hora?
-A las quince, como siempre.
-Buen viaje, Ana María, aunque no se lo merezca.
-Gracias, Laura; linda tarea y ¡tenga paciencia!
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