lunes, 24 de noviembre de 2014

24

Viernes 15
Carne al horno con papas/Banana
Tarta pascualina/Peras al natural
Empezaron las curaciones familiares de Paula. Por primera vez desde el accidente le tuve que mirar el dedito. Impresionante. Montes jura que le quedará bien aunque, por el momento, parece una morcilla. Sobreponiéndome le eché desinfectante y le cambié las gasas. Se portó razonablemente bien, casi mejor que cuando le corto las uñas. Luis ofició de ayudante y los hermanos de público.
Tuvimos hospital completo porque a la tarde me sacaron los puntos del párpado. Luis (no sé cómo se arregló con su trabajo) se quedó con los chicos. La maniobra me molestó bastante. La cicatriz, por suerte, casi no se nota. Me dio el alta luego de reiterarme las recomendaciones con respecto al sol y la consulta ante el menor síntoma.
Cuando llegué a casa, Luis (de comprensible pero pésimo humor) ya había puesto la tarta, dejada a tal efecto, en el horno y estaba lidiando con los tres en el agua. Cenamos temprano y los indios, bastante pacíficos hoy, se acostaron sin chistar, salvo María, que quería terminar conmigo la tarea. Traté de tener paciencia. Hizo las oraciones con poca dificultad pero, por supuesto, más lentamente de lo que yo consideraba que tendría que poder hacerlas. Me contuve y la felicité. Se acostó muy contenta. Orgullosa, mi larguirucha.
Interrumpí porque María se apareció en el cuarto hablando en sueños. Me está preocupando mucho el asunto. Aunque Montes no le da mayor importancia, si vuelve a repetirse, le haremos el psicodiagnóstico. Por si fuera poco, Luis estuvo intratable, así que a pesar de ser él quien suele tener más control en estos casos, hoy fui yo la que tuve que interceder para que no la retara. Es que es desesperante verla tratando de introducirnos en su pesadilla. Parece loca, poseída. Por momentos hasta me genera rechazo: esa no es mi hija. Pero lo es, mal que me pese que le esté pasando a ella. Por supuesto que me adjudico las culpas. Cuando tenemos una escena frondosa al hacer la tarea no es raro que se despierte en ese estado.
Recién la llamé a Marisa: la mamá sigue internada. Le ofrecí, con entereza, que me dejara al nene pero no aceptó.

En fin, mejor apago la luz y trato de dormir, porque no sería raro que me despierten los gritos de María. Luis, a mi lado, lee el diario. Quizá prefiere no dormir para no tener que despertarse.

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