Viernes 15
Carne al horno
con papas/Banana
Tarta
pascualina/Peras al natural
Empezaron
las curaciones familiares de Paula. Por primera vez desde el accidente le tuve
que mirar el dedito. Impresionante. Montes jura que le quedará bien aunque, por
el momento, parece una morcilla. Sobreponiéndome le eché desinfectante y le
cambié las gasas. Se portó razonablemente bien, casi mejor que cuando le corto
las uñas. Luis ofició de ayudante y los hermanos de público.
Tuvimos
hospital completo porque a la tarde me sacaron los puntos del párpado. Luis (no
sé cómo se arregló con su trabajo) se quedó con los chicos. La maniobra me
molestó bastante. La cicatriz, por suerte, casi no se nota. Me dio el alta
luego de reiterarme las recomendaciones con respecto al sol y la consulta ante
el menor síntoma.
Cuando
llegué a casa, Luis (de comprensible pero pésimo humor) ya había puesto la
tarta, dejada a tal efecto, en el horno y estaba lidiando con los tres en el
agua. Cenamos temprano y los indios, bastante pacíficos hoy, se acostaron sin
chistar, salvo María, que quería terminar conmigo la tarea. Traté de tener
paciencia. Hizo las oraciones con poca dificultad pero, por supuesto, más
lentamente de lo que yo consideraba que tendría que poder hacerlas. Me contuve
y la felicité. Se acostó muy contenta. Orgullosa, mi larguirucha.
Interrumpí
porque María se apareció en el cuarto hablando en sueños. Me está preocupando
mucho el asunto. Aunque Montes no le da mayor importancia, si vuelve a
repetirse, le haremos el psicodiagnóstico. Por si fuera poco, Luis estuvo
intratable, así que a pesar de ser él quien suele tener más control en estos
casos, hoy fui yo la que tuve que interceder para que no la retara. Es que es
desesperante verla tratando de introducirnos en su pesadilla. Parece loca,
poseída. Por momentos hasta me genera rechazo: esa no es mi hija. Pero lo es,
mal que me pese que le esté pasando a ella. Por supuesto que me adjudico las
culpas. Cuando tenemos una escena frondosa al hacer la tarea no es raro que se
despierte en ese estado.
Recién
la llamé a Marisa: la mamá sigue internada. Le ofrecí, con entereza, que me
dejara al nene pero no aceptó.
En
fin, mejor apago la luz y trato de dormir, porque no sería raro que me
despierten los gritos de María. Luis, a mi lado, lee el diario. Quizá prefiere
no dormir para no tener que despertarse.
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