Jueves 14
Pollo a la
portuguesa/Manzana
Pizza/Helado
Estoy
más agotada que de costumbre. Preocupada, además. La curación de Paula estuvo
OK (a pesar de los hermanos presentes jorobando porque no tuve con quien
dejarlos); no tan bien mi biopsia. Después de ir a buscar el resultado me
encontré con Luis en el centro, que se hizo cargo de los chicos mientras yo
llevaba el análisis a la dermatóloga. Gran sorpresa de su parte: queratosis
solar. Me explicó que son lesiones que si no se sacan a tiempo, pueden
transformarse en malignas. Me alertó sobre mi sensibilidad al sol y me sugirió
que me olvidara de Febo por el resto de mi vida.
Por
algo había decidido operarme. ¿Intuición de madre extrapolada a mi propio
cuerpo? Un impacto saber que durante ¿un mes? había tenido algo en el cuerpo que no debía estar, que podía volverse contra mí
a pesar de formar parte de mi continente.
Tomé
conciencia de todo lo que tenía. Todo lo que no quería perder. Zafé pero podía
repetirse. Qué sentido amargarme la vida por pavadas cuando se intensificaba mi
percepción de lo desesperadamente que quería seguir viviendo. Luis, supongo que
para distenderme propuso ir a comer pizza. Los chicos, fascinados.
Volvimos
con los tres dormidos. Decidimos perdonarles (¿perdonarnos?) el baño. Les sacamos las zapatillas y los acostamos
como estaban, o sea, roñosos. Salvo a Paula a quien, pese a sus protestas
dormidas, tuve que cambiarle los pañales. Ya tengo tanta cancha que ni abrió
del todo los ojitos.
Acá estoy, escribiendo y
sintiéndome rara. Algo estaba pasando en mi cuerpo sin que yo me diera cuenta.
Burlando mi control. ¿Sería lo único? Por un brevísimo, absurdo y eterno
instante dudé de la pasada, presente o futura fidelidad de Luis. Quizá yo no
fuera tan infaliblemente perspicaz como siempre supuse
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